Fórmula simple, eficaz y eficiente: “La Reunión Individual” con nuestro colaborador y con nuestro equipo, planteada incluso mensualmente, en un lugar donde podamos dar un marco de confianza, participación y apertura. Planteado de esta forma, ¿cuántas veces escuchamos decir que es una pérdida de tiempo? Y la contra pregunta es: ¿somos capaces de medir el factor diferencial que nos puede aportar un trabajador motivado, que entienda el negocio como suyo y participe por ende en las tomas de decisiones? Ese famoso RI de la RI, el Retorno de la Inversión de la Reunión Individual.
Son muchas las veces que me he encontrado esta respuesta:” ¿Para qué?
si con ellos comparto el día a día, están al tanto de todo, y saben que pueden
contar conmigo cuando lo necesiten” Y yo me pregunto: ¿Y si no es así? ¿Somos
capaces de animarnos a salir de nuestros esquemas mentales y meternos en la
piel de la otra persona? Quizás lo que damos por hecho no lo es, tal vez la
confianza que doy como manager no siempre llega de la misma manera, por
supuesto porque no todas las personas somos iguales ni necesitamos lo mismo, o
puede que los espacio que creamos de diálogo no son lo efectivos que me
imagino, ¿y si estos medios que utilizo juegan en contra de esa productividad
que mido? ¿si mi colaborador no encuentra el camino de llegar a mí, de sentirse
a gusto, de encontrar el espacio para poder dar lo mejor de si, o simplemente
por encontrarse en una etapa personal difícil y ser incapaz de compartirlo y
eso afectar directamente en su rendimiento?
¿Y si ese management de proximidad formalizado nos ayuda a establecer
un espacio único, siendo capaces de entrar con preguntas más allá a las que
formulamos en nuestro día a día? Transmitir de manera clara los objetivos de
trabajo a corto y largo plazo, construirlos de manera conjunta con nuestro
equipo, de manera individual y colectiva, hacer un acompañamiento de los puntos
fuertes y las áreas de mejora, ayudar en la evolución y desarrollo individual,
entendiendo las diferencias entre las personas y ayudándolas a conseguir los
objetivos con empatía y la responsabilidad que nos corresponde como manager.
Escucharles y saber de cada cual sus miedos, sus expectativas, sus gustos, nos
pueden dar la clave de convertir las individuales de las personas en un equipo
altamente productivo. Y esto no es una vez al año, las personas evolucionan en
el día a día, y debemos acompañar esa evolución para hacer que el resultado sea
el mejor, para la persona y para compañía.
Evidentemente la empresa no es una “gabinete psicológico, ni una fundación,
ni una ONG”, pero si lo primero son las personas no tendremos ninguna duda que
la fórmula es la acertada, y si los números, los resultados, están por delante
por nuestra responsabilidad, cargo o formación hasta la “realidad de nuestras
cuentas” harán al menos cuestionarse hasta los más descreídos. Y desde el punto
de vista del colaborador, encontrar el lugar donde poder desarrollarse como
profesional y como persona será un beneficio que marcará la diferencia a la
hora de poder retener su talento con nosotros.