Las segundas partes pueden ser buenas (Del barro al éxito)

Después de compartir semanas atrás “El éxito del fracaso”, mucho de vosotros habéis hecho reflexiones llenas de sabiduría, de profundidad, y por sobre todas las cosas llenas de vida. Gracias a ellas, me permití tomarme la libertad de continuar esos pensamientos. Como decía John Maxwell: las personas deberíamos ser lo suficientemente humildes como para admitir nuestros errores, lo suficientemente inteligentes como para aprovecharlos y lo suficientemente fuertes para corregirlos.

Ninguna persona exitosa sale de una situación anclando el fracaso o la pérdida. Por el contrario, de manera consciente buscamos la forma en la que esa situación se vuelva un aprendizaje y a la larga parte de la victoria. Todos hemos pasado por ese momento, pero ¡cuánto nos duele, cuánto nos desalienta, y cuánto cuesta encajar el golpe!

Si hiciéramos un acto de evaluación y reflexión nos daríamos cuenta que podemos convertir todas nuestras pérdidas en aprendizajes y ganancias. Cada vez que aprendemos es un éxito, no un descalabro,  y no importa si ese aprendizaje viene de lo que muchos denominan “perder”. Y realizar la elección de convertir una pérdida en un aprendizaje dura un segundo, difícil segundo, pero debemos prepararnos para ese segundo. 
   
Cuando sentimos que perdemos y no que aprendemos nos estancamos emocionalmente, nos sentimos mentalmente abatidos, creamos una brecha entre lo que hicimos y lo que debimos hacer, pensamos que es la peor y más grande pérdida, y no somos los mismos. Pero cuando nuestras actitudes superan nuestras habilidades, aún lo imposible se hace posible, porque en el viaje al éxito, la primera parte del viaje es tan importante como la última parte.

Sin ánimos de anticipar mi condición de abuelo cuentacuentos, me voy a  tomar la licencia de contaros una historia real de fracaso.  Es sabido que muchos experimentos de la ciencia se han hecho con monos, nada que deba sorprendernos a esta altura o si, y este que voy a compartir no es la excepción.  

Cuatro monos fueron puestos en un cuarto que tenía un gran palo en el centro. Suspendido de lo más alto del palo había un racimo de bananas.

Hambriento, uno de los monos empezó a subir por el palo para conseguir algo para comer, pero cuando estaba por alcanzar las bananas, se le lanzó un chorro de agua fría. Chillando, se bajó del palo y renunció a su intento de conseguir comida.

Los demás monos hicieron esfuerzos similares y cada uno fue bañado con agua fría. Después de varios intentos, finalmente se dieron por vencidos.

Entonces los investigadores sacaron del cuarto a uno de los monos y lo reemplazaron por otro. En el momento en que el recién llegado empezó a subir por el palo, los otros tres lo agarraron y lo bajaron.

Después de haber intentado subir por el palo varias veces y de ser bajado por los otros, él finalmente se dio por vencido y no volvió a intentar subir al palo otra vez.

Los investigadores reemplazaron a los tres monos originales, uno por uno, y cada vez ponían un mono nuevo, el que sería bajado del palo por los otros antes que pudiera llegar a las bananas.

Llegó un momento en que la sala estaba llena de monos que nunca habían recibido una ducha de agua fría. Ninguno trató de subir por el palo, pero ninguno sabía por qué.

Desdichadamente, la gente que acostumbra fracasar es muy parecida a estos monos. Cometen el mismo error una vez tras otra, aunque nunca están seguros por qué. Y como resultado, nunca logran salir de la supercarretera del fracaso.

El viejo dicho tiene razón: Si hacemos siempre  lo que siempre hemos hecho, siempre vamos a obtener lo que siempre hemos obtenido.

El barro es tierra y agua, elementos vitales para darnos vida. Embárrate y anímate a escribir tu segunda parte, que del barro al éxito hay un segundo.


Y si lo dudas, recuerda que:
1. Henry Ford: antes de crear la famosa empresa de autos, Ford Motor Company, Henry Ford estuvo en banca rota 5 veces.
2. Walt Disney: antes de ser conocido mundialmente por sus parques de atracciones, Walt Disney, comenzó una serie de negocios y fracaso en todos, llevándolo a la bancarrota.
3. Albert Einstein: comenzó a hablar a los 4 años y a leer a los 7. Los maestros pensaron que tenía un retardo mental, era anti-social y lento. Eventualmente lo expulsaron de la escuela.
4. Thomas Edison: el creador de la bombilla. Los maestros le decían que era muy estúpido para aprender algo. Al final, después de 1000 intentos fallidos, creo la famosa bombilla.
5. Marylin Monroe: las agencias de modelaje le decían que debería mejor considerar ser secretaria.
6. Los Beatles: rechazados en su primer intento de firmar un contrato discográfico.
7. J.K. Rowling: conocida por su libro Harry Potter, ¡lo que muchos no saben es que su libro fue rechazado 12 veces!


DIEGO LARREA
Twitter: 
@larreadiego