Disrupción digital evolutiva (La era de los valientes)

No es fácil ser un líder, ¿y quién dijo que lo sería? Como hemos compartido en varias oportunidades el verdadero “referente” es aquel que se arriesga, toma la iniciativa,  estudia el terreno pero no como un impedimento o un acto de cobardía sino para saber cómo sortearlo de la mejor manera, sabe adaptarse a los cambios  pero no lo consume como una fórmula marketiniana sino como una modo de ver nuevas alternativas y siempre con espíritu innovador a pesar de lo que puedan decir sus propios colegas o incluso su propio jefe. Difícil tarea, es cierto, pero cuando todo se realiza dentro del marco del respeto, la coherencia y dando una lección de profesionalidad nadie podrá reprocharnos absolutamente nada. Por lo tanto, excusas fuera, “el que quiera oír que oiga”, porque mañana ya será muy tarde.

Las empresas deberán modificar su manera de hacer negocios, y replantear sus fundamentos (misión, visión) y estar atentas a las necesidades y realidades de sus clientes y de sus trabajadores. Dejar de echar balones fuera y culpabilizar de todos los problemas a los demás, a las circunstancias, al modelo, etc., y asumir un rol de liderazgo en las tomas de decisiones propias de empresas del siglo XXI. “Mamá excusa” ya se ha ido a dormir, y la cena esta vez nos toca prepararla a nosotros.

Nos abocamos a una inminente transformación, a una “evolución revolucionaria”, donde la relación cliente-empresa es mucho más importante y las inquietudes y necesidades de los consumidores marcan los caminos a seguir. Por lo tanto, lo que importa es cómo se interactúa con los clientes, clientes que cada día están más conectados, más informados y cada vez tienen  más decisión, y que exigen cada vez más de las empresas y de las marcas. Y si respondemos con la misma receta de siempre, nadie nos garantizará que obtendremos los resultados que ya hemos obtenido, y probablemente sean peores. Tenemos modelos de rentabilidad ajustada y sin embargo damos soluciones tradicionales sin tener la valentía de dar el gran salto y romper con los viejos moldes. Nos gusta hablar moderno, actuar y parecerlo, pero a la hora de serlo hay mucho por recorrer.  Mirarnos al ombligo solo nos traerá problemas de cervicales. Levantar la cabeza y mirar con visión y estrategia, y sobre todo valentía para afrontar los cambios es la verdadera misión de un líder referente e inspirador.

Creo que todas las empresas, independientemente de donde estén ubicadas, se resisten a la idea de adaptarse. Muchos solo ven la introducción de nuevas herramientas y redes como los canales que necesitan para mantenerse relevantes, cuando en realidad, dichas herramientas representan algo más importante: la necesidad de adaptarse a una nueva era de consumo.

El desafío está en que hemos entrado a una época de “disrupción”, donde la tecnología, el comportamiento del consumidor y –más importante- la transmisión de información, han fragmentado los ecosistemas protegidos que han dictado las operaciones actuales.

Hoy, la Evolución Digital sitúa a todas las empresas en elementos variables de riesgo. La Evolución Digital no discrimina y amenaza a todas empresas. Entonces, ¿cómo la definimos? 

La Evolución Digital es el fenómeno donde la tecnología y sociedad se desarrollan más rápido que la habilidad de las empresas para adaptarse. Las empresas necesitan reconocer la oportunidad que proporciona la existencia de la “disrupción” y comprender hasta qué extremo afecta a la compañía.

Para sobrevivir a la Evolución Digital se requiere comprender lo que está sucediendo, pero también se requiere liderazgo y coraje. Requiere la habilidad de ver lo que otros no ven y hacer lo que los otros no hacen. Lo que comentábamos en los primeros párrafos con respecto al verdadero líder referente e inspirador. El futuro de los negocios, del compromiso o participación  del cliente y de una real colaboración del empleado se construye sobre la base de visión, confianza, coherencia, relaciones y el dar significado a las cosas. Sobre esta base se yergue la verdadera transformación.

Lo realmente importante que tenemos que entender es que no hay un solo tipo de consumidor, sino que hay múltiples tipos. Y también dentro de nuestra empresa tenemos múltiples tipos de generaciones para responder a esas demandas. Del lado externo tenemos el tradicional digital y el consumidor conectado. Las expectativas de este último no son para nada como las del consumidor digital antiguo. Y en nuestra propia compañía tenemos que ser capaces de conjugar el conocimiento o saber hacer de muchos años de experiencia con los nuevos canales digitales de respuesta cliente. Esa actualización debe ser nuestro objetivo. Y la pregunta que deberíamos contestarnos y ponernos manos a la obra para dar una respuesta es: cómo trabajamos esa brecha para que los procesos tecnológicos no decapiten las buenas intenciones de los cambios por no considerar el gap, distancia o diferencia excesiva que existe entre uno y otro.

Lo tradicional y la proximidad nunca van a morir, son términos que están en nuestro ADN, en nuestra cultura, en nuestra propia forma de pensar y de ser, el objetivo no es reemplazarlos, es no perder la capacidad e ilusión de ser “pioneros” y darle a la innovación el lugar que se merece,  ser rupturistas, saber que hoy las nuevas tecnologías y las redes sociales pueden poner al mismo nivel de imagen de marca a la empresa más top del mercado y a mis cuñados Diego y Luis si se lo proponen.

Y si no sabemos...aprendemos, y si nos da miedo…nos rodeamos de quienes más saben, pero nada de estas últimas dos cosas descalificarán a un buen líder, no, al contrario, lo engrandecen porque todos sabremos que ha sido capaz de entender antes que nadie la estrategia del cambio.

Los valientes no solo están en nuestras pelis preferidas, en algún momento de nuestras carreras profesionales tenemos que vestirnos de uno de ellos y asumir que es nuestro momento, estando convencidos y preparados para dar batalla en esta gran aventura de la “disrupción digital evolutiva”. ¡Darwin está vivo!


DIEGO LARREA
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@larreadiego